El sistema alimenticio es uno de los motores del actual cambio climático del planeta. En ese contexto, el alto impacto ambiental del consumo de carne animal es indiscutible.
La producción de carne es la responsable del 14,5% de todas las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según estimaciones de la FAO de 2016, así como también de la deforestación y destrucción de la biodiversidad, de la explotación de recursos y la contaminación del suelo y el agua. Sin embargo, la carne es la principal fuente de proteína en la alimentación de muchas personas.
Para minimizar el impacto ambiental de nuestra dieta, cada vez más se están buscando nuevas fuentes de proteína alternativas al consumo de carne tradicional.
De estas alternativas se habla en la conferencia “Proteínas alternativas: el reto de la reducción del consumo de carne”, de la mano deAlbert Ribas-Agustí, investigador del programa de Funcionalidad y Seguridad Alimentaria del Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias (IRTA), y Marta Ros, tecnóloga de alimentos, dietista y profesora en la Universidad Oberta de Catalunya (UOC).
Las principales alternativas que encontramos actualmente son:
- Plant-based: cereales, legumbres…
- Algas y microalgas
- Fermentación: hongos, levaduras y bacterias.
- Insectos
- Carne cultivada
Se trata de fuentes con gran potencial y propiedades, que utilizan métodos de producción y extracción eco-eficientes que permiten, sobre todo, una menor emisión de gases de efecto invernadero. A continuación, profundizaremos en ellas.
PLANT-BASED (PROTEÍNA VEGETAL)
En alimentos de origen vegetal, como los cereales, las legumbres y frutos secos, encontramos grandes cantidades de proteína.
Hay legumbres que están muy establecidas en el mercado alimentario, como es el caso de la soja (que contiene un 14% de proteína), el altramuz (con un 40% de proteína), los guisantes… Pero hay otras que son emergentes y muy prometedoras, por ejemplo, la lenteja de agua. Actualmente, en el mercado encontramos muchos productos plant-based (de proteína vegetal).
Lee estos artículos sobre las legumbres y los frutos secos:
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MICROALGAS
Las microalgas, caracterizadas por su color verde oscuro intenso, se encuentran ya en varios alimentos que consumimos habitualmente: batidos, barritas de cereales, pasta, bombones…
Actualmente, las microalgas aprobadas por la Unión Europea para el consumo humano son las siguientes:
- Spirulina
- Chlorella vulgaris, Chlorella luteoviridis, Chlorella sorokiniana
- Aphanizomenon flos-aquae
- Auxenochlorella protothecoides, Auxenochlorella pyrenoidosa
- Tetraselmis chuii
- Odontella aurita
- Euglena gracilis
Algunas de ellas ya se consumían antes de 1997, pero otras son nuevas.
Descubre más sobre el consumo de algas en el artículo “9 tipos de algas comestibles”.
FERMENTACIÓN
La fermentación es un proceso en el que se introduce un microorganismo (bacterio, hongo o levadura) en un medio de cultivo (líquido o sólido), y éste crece en el medio o sustrato. A partir de ahí, se obtiene biomasa del propio microorganismo con un alto contenido en proteínas.
Hoy en día, hay pocos alimentos fermentados que tengan permitido su consumo. El Saccharomyces Cerevisiae, el microorganismo de la cerveza, y el Fusarium Venenatum, con un 50% de proteína y alta biodisponibilidad, son algunas de las fermentaciones de microorganismos aprobadas para consumir en Europa.
Algunos de los alimentos que encontramos a nuestro alcance obtenidos a partir de la fermentación son el Tempeh, hecho a partir de soja, o el chucrut, resultado de la fermentación de la col blanca.
La fermentación, sea en el medio que sea, tiene una gran ventaja: requiere un corto tiempo de duplicación de la biomasa, lo que se traduce en un rápido crecimiento y muy eficiente. Pero, a su vez, tiene una serie de desventajas:
- Contenido en ácidos nucleicos muy alto (entre un 8 y un 25%)
- Posibilidad de contaminación de la biomasa
- Producción de micotoxinas
INSECTOS
Según la FAO, el consumo de insectos o entomofagia podría ofrecer una solución a la escasez de alimentos que se espera que se produzca con la población creciente.
Los insectos representan el 80% del reino animal; de hecho, existen más de 1 millón de especies de insectos. De estas, más de 2.000 son consumidas por los humanos en todo el mundo. El consumo de insectos proporciona proteínas, grasas y micronutrientes muy valiosos. Sin embargo, solo se ha legalizado la cría industrial de pocas especies para el consumo humano, como es el caso de las cucarachas, los grillos, las moscas soldado negras y los gusanos de la harina.
Según un Systematic Review (Edible Insect Consumption for Human and Planetary Health: Systematic Review) de la UOC, los insectos comestibles contienen cantidades relativamente altas de nutrientes esenciales para la dieta humana. Se estima que aproximadamente entre el 77 y el 98% de los insectos son digeribles. Se han encontrado que algunos, como el grillo doméstico, son significativamente más nutritivos que otros alimentos tradicionales como la ternera y el pollo, en función de los hidratos de carbono, energía, grasas saturadas, sodio, proteína, etc. Dependiendo de la especie, los insectos pueden tener entre un 7% y un 48% de proteínas.
La cría de insectos para el consumo humano parece llevar también varios beneficios ambientales respecto a la producción de carne industrial:
- Reciclaje de residuos orgánicos
- Reducción de gases de efecto invernadero
- Rendimiento de agua más bajo
- Mayor eficiencia en la conversión de los alimentos
De modo que la cría de insectos deja una huella ambiental menor que la ganadería industrial . Sin embargo, en muchas sociedades el consumo de insectos es un tabú alimentario y existen muchos obstáculos, en especial sociales y culturales, para su aceptación.
En el ámbito social y económico, el estudio destaca aspectos como la promoción del crecimiento económico, la permisión de la economía circular y las posibilidades de nuevas aplicaciones en, por ejemplo, harinas, nuevas margarinas, mantequillas, pan o hamburguesas. Se trata, pues, de un alimento con mucha versatilidad, asequible y accesible, pero que aún está por trabajar en su aceptabilidad.
CARNE CULTIVADA
Durante los últimos años están surgiendo iniciativas innovadoras como la carne cultivada o in vitro, con el objetivo de mitigar el impacto ambiental del consumo excesivo de carne, disminuir el riesgo de enfermedades zoonóticas y también, alimentar a más personas con menos recursos.
La carne cultivada o in vitro es carne producida directamente a partir de células. El proceso de cultivo de carne utiliza los elementos básicos necesarios para construir músculos y grasa, a la vez que permite el mismo proceso biológico que se desarrolla dentro de un animal.
Este tipo de carne se elabora en laboratorios a partir de células madre extraídas de los músculos de los animales. A partir de ahí y, junto con otros elementos esenciales y las condiciones adecuadas, se puede obtener un nuevo tejido muscular.
Los beneficios de la carne in vitro son múltiples: requiere menos energía, menos agua, menos superficie de tierra, y produce menos emisiones de gases de efecto invernadero, tal y como explican en Good Food Institute.
Sin embargo, también encontramos desventajas, como la necesidad de extremar los controles sanitarios de este tipo de alimentos o la utilización de muchos materiales de plástico para su comercialización.
Para más información sobre la carne cultivada o in vitro, puedes leer el artículo “Cultivar carne para salvar el planeta”.
Si deseas ampliar información sobre las fuentes alternativas a la proteína animal, puede ver la conferencia “ Proteínas alternativas: el reto de la reducción del consumo de carne ” completa aquí.
¿Te ha parecido interesante el artículo y la conferencia? Uno de los retos que proponemos en la exposición Menja, Actua, Impacta es reducir el consumo de carne.
Este artículo ha sido publicado originariamente en el portal web https://eat-life.fundesplai.org en el marco del proyecto europeo EAT:LIFE.